viernes, 29 de abril de 2011

Así es la Tierra vista por la gravedad


El satélite GOCE aporta un nuevo 'atlas' del planeta





La ley de la gravedad convierte a la Tierra en una bola de plastilina. Así es como se la ve en el mapa gravitatorio más completo que se ha hecho hasta la fecha y que fue publicado ayer por la Agencia Espacial Europea (ESA).

Este atlas ilustra cómo la fuerza de atracción de la Tierrano es igual en todas partes, sino que, dependiendo del grosor de la corteza terrestre o su composición, los objetos que hay sobre ella serán atraídos con mayor o menor fuerza. La diferencia es imperceptible para las personas, pero no para naves como el GOCE, un proyectil pacífico de cinco metros de largo que lleva dos años dando vueltas al globo.

La tierra abombada que ha visto el GOCE no existe. Es una representación que exagera las diferencias de gravedad entre, por ejemplo, Españay Brasil, dándolas relieve. Las zonas azules, aplanadas, son aquellas en las que la gravedad es menor, mientras que las abultadas, en amarillo, registran más atracción. "La Tierra no es así, sino como la ve un astronauta desde el espacio", advierte Miguel Sevilla, investigador del Instituto de Astronomía y Geodesia de Madrid y miembro de la red de investigadores que estudia los datos del GOCE. El nuevo globo chepudo se conoce como geoide y es el más preciso que se ha generado nunca. Permite calcular con precisión el movimiento de las corrientes oceánicas y la subida del nivel del mar, por lo que sus datos serán, a partir de ahora, "la referencia para cualquier estudio sobre el cambio climático", según Sevilla.

"En el siglo XVIII nos dimos cuenta de que la Tierra era achatada por los polos", comenta el ingeniero españolMiguel Aguirre, que diseñó la misión GOCE entre 1995 y 2001. "Con el lanzamiento de los primeros satélites se detalló que tiene forma de pera, porque está más achatada por un polo que por otro", añade. "Ahora comienza lo mejor, ya que los geofísicos deben estudiar esta patata y averiguar por qué tiene esta forma".

GOCE a poca altura
El Explorador de la Circulación Oceánica y de la Gravedad, o GOCE, es el satélite que más bajo ha volado nunca sobre la Tierra, indica Aguirre. Mantiene su órbita, a 250 kilómetros de la superficie, con unos motores eléctricos de diseño español. Su fuerza es la equivalente a la caída de unas gotas de agua sobre el suelo, lo suficiente para resistir la fuerza de atracción terrestre sin influir en sus sistemas de medición. Se trata de tres pares de pesas de platino que al sobrevolar el planeta captan variaciones en la atracción gravitacional con un detalle que nunca se había alcanzado. La acumulación de mediciones permitirá, por ejemplo, saber "qué parte de la subida del nivel del mar se debe a la temperatura y cuál se produce por el derretimiento de los polos", concluye Aguirre.

NUÑO DOMÍNGUEZ 



miércoles, 27 de abril de 2011

El Primer plano de Mercurio

Una sonda de la NASA obtiene la primera imagen del planeta desde su propia órbita



Tras un arriesgado viaje de 8.000 millones de kilómetros por el espacio, una sonda de la NASA con el peso de un toro de lidia ha logrado colarse en la órbita de Mercurio y obtener el primer primerísimo plano del planeta más caliente, denso e inexplorado del Sistema Solar, nuestro pequeño barrio en el inmenso universo. El retrato, realizado a las 11.20 del 29 de marzo y desvelado ayer, muestra un rostro antediluviano, ametrallado por meteoritos y con el cráter Debussy de protagonista, extendiéndose por el planeta como una pedrada en un cristal. Una pedrada de 85 kilómetros de diámetro.

La parte inferior de la fotografía muestra una región cercana al polo sur jamás observada por una aeronave. En las seis horas siguientes al primer clic, la sonda Messenger tomó otras 363 imágenes más, las primeras realizadas con un aparato en la órbita del planeta, a tan sólo unos 200 kilómetros de su superficie.

Es la primera vez que el ser humano mete su hocico tecnológico en la órbita de Mercurio, pero no la primera vez que se acerca al planeta más extremo de nuestro vecindario. Entre 1974 y 1975, la sonda Mariner 10 sobrevoló tres veces Mercurio, pero siempre la misma cara. Más de la mitad de la superficie del planeta escapó al ojo humano.

Los científicos buscan hielo en las profundidades de los cráteres 
Los científicos esperan ahora que el álbum de fotos que ha comenzado a enviar la Messenger sirva para resolver algunas preguntas. "Ahora vemos Mercurio con otros ojos", anunció ayer en rueda de prensa Sean Solomon, físico de la Institución Carnegie de Washington y jefe científico de la misión. En su opinión, estas primeras imágenes "son sólo el primer hilillo de agua del torrente de nueva información que esperamos durante el próximo año", ha explicado.

Las instantáneas, unidas a los datos enviados por otros instrumentos científicos a bordo de la Messenger, deberían ayudar a explicar el extraño deambular de Mercurio por el Sistema Solar. El planeta tarda 88 días terrestres en dar una vuelta al Sol, frente a los 365 días que emplea la Tierra. Sin embargo, un día en Mercurio, el tiempo que tarda en dar una vuelta sobre sí mismo, dura seis meses terrestres. En Mercurio, el día dura el doble que el año.

Contra la gravedad
La sonda de la NASA entró en la órbita del planeta el pasado 17 de marzo, en una maniobra complejísima que logró vencer la enorme gravedad que impulsaba a la sonda hacia el Sol como la Tierra atrajo a la manzana de Newton. Durante los primeros días, la misión está volcada en comprobar que todos los instrumentos funcionan a la perfección en aquel ambiente extremadamente hostil, con temperaturas de hasta 450 grados y con el Sol brillando unas 11 veces más que en la Tierra. La luz, precisamente, impide estudiar con minuciosidad la superficie del planeta mediante telescopios. La primera fase científica de la misión arrancará el 4 de abril, con el objetivo de obtener más de 75.000 imágenes, además de cumplir otras metas, como la elaboración de su historial geológico, según calcula la NASA.

La misión tomará más de 75.000 fotografías en el próximo año 
La sonda va protegida con una armadura de cerámica para no achicharrarse con los fogonazos del Sol. Sin embargo, 200 kilómetros más abajo, los responsables de la misión sueñan con encontrar hielo. La presencia de agua abriría la puerta a una posible existencia de vida tal y como la conocemos, que podría buscarse a partir de 2020, cuando llegue al planeta la misión BepiColombo de la Agencia Espacial Europea (ESA).

Mercurio, el planeta más próximo al Sol, parece el lugar más absurdo para buscar hielo. Sin embargo, los científicos creen que puede haberlo. La información de radar obtenida desde la Tierra mostró por primera vez evidencias de hielo en 1992, según se publicó entonces en la revista Science. El agua congelada estaría a salvo de las altas temperaturas refugiada en el fondo de los cráteres más profundos de los polos de Mercurio, en los que no entraría nunca la luz del Sol.

Eric Finnegan, ingeniero jefe de la misión, aplaudió ayer "el trabajo de cientos de técnicos" durante más de dos décadas para lograr el primer plano de Mercurio. Para Finnegan, que no ahorró solemnidad, la humanidad ha entrado "en una nueva era de la exploración espacial". La NASA ya ha enviado sondas a Saturno, Júpiter, Marte, Venus y el propio Mercurio. Las próximas fronteras para las agencias espaciales, todavía no contempladas, se encontrarían en Neptuno y Urano, en los confines del Sistema Solar.

MANUEL ANSEDE   publico.es



sábado, 23 de abril de 2011

La vida puede depender de la Galaxia


La vida inteligente en otros planetas podría no ser tan improbable como muchos científicos creen, según un nuevo estudio que impugna un generalizado argumento anti-ET.

Muchos escépticos se ciñen a una idea denominada argumento antrópico, que sostiene que la inteligencia extraterrestre debe ser muy rara debido a que el tiempo necesario para que la vida inteligente evolucione es, en promedio, mucho mayor al período en la existencia de la estrella que permite que tal vida prospere.

La evolución de vida inteligente en la Tierra tal vez no fue una casualidad cósmica, sino que formaría parte de un patrón de interdependencia entre los planetas y el ambiente galáctio que los rodea.

Pero ahora el astrobiólogo Milán Cirkovic y sus colegas afirman que han encontrado un error en este razonamiento.

El argumento antrópico, propuesto por el astrofísico Brandon Carter en 1983, a raíz de su trabajo pionero en los principios antrópicos en 1970, se basa en el supuesto de que los dos períodos —el ciclo de vida de una estrella y el tiempo necesario para la evolución de la vida y las criaturas inteligentes— son completamente independientes. Si esto es cierto, argumentó Carter, es muy poco probable que estos dos períodos tengan la misma duración y se produzcan simultáneamente.

Pero este modo de pensar es obsoleto, sostiene Cirkovic. De hecho, dice él, no son independientes, sino que están profundamente entrelazados. "Hay muchas maneras diferentes en que los planetas de nuestro sistema solar no estén aislados", dice Cirkovic. "No debemos pensar a los planetas habitables como cajas cerradas. Si abandonamos esta hipótesis de la independencia, entonces tenemos un nuevo fondo en el que se pueden configurar diversos modelos de desarrollo astrobiológico".

Cirkovic indica a las explosiones de rayos gamma, en las cercanías de las supernovas, y a las perturbaciones en las nubes de cometas como posibles eventos en el ambiente astrofísico de una estrella que pueden influir sobre el desarrollo biológico de un planeta. Por ejemplo, cuando una estrella viaja a través de uno de los densos brazos espirales de la Vía Láctea, tanto su propio desarrollo como el de sus planetas podrían verse perturbados por el aumento en los niveles de radiación electromagnética interestelar y de rayos cósmicos, debido a la mayor frecuencia de regiones con estrellas en formación y explosiones de supernovas.

Todas estas conexiones conspiran para descartar la independencia propuesta por Carter y para conectar la vida de una estrella con la evolución de la vida en un planeta, argumenta Cirkovic.

La Tierra afortunada

Un concepto artístico de la Vía Láctea, con la ubicación del Sol marcado en amarillo. Los científicos piensan que las interacciones entre nuestro planeta y su entorno galáctico han desempañado un papel importante en la configuración de la evolución de la vida en la Tierra.

En el caso de la Tierra, los dos períodos se han alineado fortuitamente para permitir la vida. Nuestro Sol tiene una edad aproximada de 4.600 millones de años, y la de la Tierra es ligeramente menor, algo como 4.500 millones de años. La mayoría de las células básicas se cree que se han formado en nuestro planeta unos 3.800 millones de años atrás, aunque el género Homo, a la que pertenecen los seres humanos, no apareció hasta cerca de 2,5 millones de años atrás. Y los humanos modernos sólo tienen una antigüedad de 200.000 años.

Durante más del ochenta por ciento de la existencia del Sol, la vida ha existido en alguna forma en la Tierra. Al parecer, los períodos de la biología y la astrofísica se han alineado favorablemente en nuestro caso. Según el argumento antrópico, esta coincidencia significa que la Tierra, y su vida, son únicas. Pero Cirkovic piensa que los dos períodos no pueden haberse superpuesto por casualidad. En lugar de ello, pueden ser parte de una historia compleja, que incluye la interdependencia de la Tierra con el resto de la Vía Láctea.
Cronometrando catástrofes

Los eventos cósmicos como explosiones de rayos gamma o supernovas cercanas podrían resetear el reloj astrobiológico para otorgarles a un planeta y su estrella una segunda oportunidad para sincronizarse e intentar nuevamente producir vida. Las explosiones de rayos gamma son explosiones misteriosas que liberan grandes cantidades de energía, produciéndose ya sea por la muerte de estrellas súper masivas (como Eta Carinae) o la colisión de estrellas de neutrones en sistemas binarios. Si una ráfaga de rayos gamma se produce en una región cercana a un sistema planetario, causa un intenso aumento de la radiación y, posiblemente, chorros de rayos cósmicos que podrían perturbar la vida en los planetas. Las explosiones de supernovas, aunque no son tan energéticas como las de rayos gamma (pero mucho más frecuente en general) pueden enviar un golpe de energía a cualquier planeta cercano.

"Una explosión de rayos gamma no afectará el momento en particular en que nacerá la vida, sino que afecta a la rapidez con que la vida se desarrolla o se mantiene al provocar cambios en la química atmosférica del planeta", dice Cirkovic. "Esto puede ser interpretado como resetear el reloj astrobiológico en cada planeta habitable en la Vía Láctea".

Esta idea conduce a una nueva forma de pensar sobre el origen de la vida. En lugar de una evolución larga y progresiva, un evento catastrófico podría estimular el desarrollo de una biosfera compleja y seres inteligentes, tal como la teoría evolutiva de equilibrio puntuado pronostica que las especies serán sometidas a largos períodos de evolución lenta puntuada por episodios breves de cambio drástico.

Por ejemplo, los paleontólogos afirman que los seres humanos evolucionaron a nuestro estado actual sólo gracias al impacto de un asteroide hace 65 millones de años, el cual arrasó al principal depredador del planeta: el dinosaurio. La Tierra durante el curso de su historia ha experimentado muchas extinciones en masa, que tuvieron varias causas. Si bien las extinciones acaban con la vida, son también un botón de "reset" que altera el medio ambiente y permite que surjan otros tipos de vida. En general, esto es parte de un complejo conjunto de historias astrobiológicas que Cirkovic y sus colegas han apodado "el paisaje astrobiológico" de nuestra Galaxia. "La velocidad de evolución es muy variable", dice Cirkovic. "No hay ninguna razón para pensar que la vida en la Tierra sólo tiene un único origen. Es muy posible que la vida en la Tierra haya tenido varios comienzos".

Cirkovic también indica que la evolución de vida inteligente podría ocurrir más lento o más rápido, y no es necesario que siga a rajatabla la historia astrobiológica de la Vía Láctea.

"Correlaciones a gran escala podrían generar que más objetivos SETI sean contemporáneos con nosotros de lo que cabría esperar sólo sobre la base de la distribución por edad planetaria", dice Cirkovic.



Fuente: Astrobiology Magazine
Autor: Clara Moskowitz
Traductor al español: Leonardo Montero Flores


martes, 19 de abril de 2011

La Tierra será invisible para los extraterrestres dentro de 50 años

Frank Drake. Astrónomo del Instituto SETI. Lamenta que la crisis económica y el cambio de la tecnología haya frenado los intentos de comunicación con alienígenas, que él inició en 1960


El astrónomo estadounidense Frank Drake apuntó en 1960 un telescopio en el condado de Pocahontas hacia las estrellas Tau Ceti y Épsilon Eridani en busca de señales de radio de otros mundos. Acababa de arrancar una empresa destinada a cambiar la vida de los terrícolas para siempre: la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Durante los años siguientes, el Gobierno de EEUU se volcó con esta batida por el espacio. Pensaban, admite Drake, que los mensajes se detectarían "en unos pocos días". Medio siglo después, no se ha encontrado ni rastro de los alienígenas. Oficialmente seguimos solos en el universo. Y la búsqueda, prácticamente, se ha abandonado. Apenas 40 personas siguen escrutando el cielo en busca de señales, una decena de ellas en el Instituto SETI, que rastrea desde 1984, primero con dinero de la NASA y ahora con donaciones privadas. Una de esas personas que permanecen a la escucha es el propio Drake (Chicago, 1930), autor de una ecuación para calcular el número de civilizaciones detectables en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea. Según sus cuentas, hay 10.000 sociedades avanzadas emitiendo señales de radio en nuestro vecindario espacial. El astrónomo, que pasó recientemente por Madrid para recoger un premio de la Sociedad Geográfica Española, reconoce que sólo ahora se da cuenta de que morirá sin detectar una señal de inteligencia extraterrestre. Pero la señal, asegura, llegará.


Cuando usted empezó a buscar inteligencia extraterrestre, tenía 30 años. Ahora tiene 80. Medio siglo sin frutos.


Sí, pero sigo pensando que buscar inteligencia extraterrestre es una de las iniciativas más importantes que podemos acometer, aun sabiendo que la búsqueda será, probablemente, muy larga. En 1960 pensábamos que sería fácil, que tardaríamos unos pocos días. Pensábamos que había señales viniendo de cada estrella del cielo. Ahora vemos que son extremadamente poco comunes. También sigo pensando que hay vida inteligente extraterrestre. Todos los recientes descubrimientos de sistemas planetarios respaldan la idea de que hay un montón de vida en el universo. La búsqueda debe llevarse a cabo, porque cambiará las cosas a mejor para nosotros. Pero para eso hacen falta más personas y más dinero.


¿Usted verá las señales?


Yo ya no, tengo 80 años. Antes decía que en diez o vente años captaríamos las señales, pero eso era cuando teníamos más recursos. El dinero ha disminuido en los últimos años con la crisis económica mundial.


¿Encontrar inteligencia extraterrestre es también cuestión de dinero?


Es cuestión de tiempo, pero buscar cuesta dinero: para mejorar la tecnología y para pagar a las personas que buscan. En el Instituto SETI trabajan 120 personas. Sólo diez buscan señales de vida inteligente extraterrestre. Los demás investigan otros asuntos, como el origen de la vida en la Tierra. En todo el mundo hay unas 40 personas buscando vida extraterrestre. Eso no es nada, ese es el problema. Debería haber miles.


¿En qué porcentaje han bajado sus fondos?


Hace diez años, un proyecto internacional contaba con cinco millones de dólares al año. Hoy es medio millón. Hemos perdido el 90% de los fondos.


¿A veces piensa que ha desperdiciado toda su vida?


En absoluto. Hay elementos para pensar que hay vida extraterrestre inteligente y se puede buscar. Animo a la gente a que siga buscando. Si no se apunta más gente, en unos años no habrá nadie.


¿Cuándo detectaremos la señal?


Hoy podríamos encontrar una señal de vida inteligente extraterrestre. Siempre hay una oportunidad, aunque pequeña. Yo calculo que tardaremos entre 40 y 100 años, pero dependerá de cuántos recursos dediquemos.


¿Estamos preparados para el contacto con una civilización extraterrestre?


Creo que sí. Yo estoy listo.


Imagine que se acerca a un grupo de personas rezando en una iglesia y les dice: hay vida extraterrestre inteligente, no estamos solos, Dios no existe


Sí, tiene grandes implicaciones para la religión. Las personas con una cierta cultura son las únicas que están preparadas. En países del Tercer Mundo, en África, no están preparados, porque no tienen un buen sistema educativo.


¿Cómo se imagina el contacto?


El escenario más probable es que detectaremos la existencia de una señal de radio, aunque podría ser una señal óptica. No creo que venga una nave espacial a la Tierra, desde luego. La señal será evidentemente de origen inteligente. Y muy probablemente no tendremos la capacidad técnica para captar la información codificada en la señal. Tendrá datos sobre su civilización, sus criaturas, su estilo de vida, su tecnología, pero no podremos entenderlos. Será muy frustrante. Necesitamos un telescopio más grande para poder captar las señales extraterrestres, pero es demasiado caro. Necesitaríamos uno de un kilómetro de diámetro, quizá de diez kilómetros. Estamos construyendo el Allen Telescope Array en California: muchos telescopios pequeños que equivalen a uno de cien metros de diámetro. Probablemente no es suficiente, pero podremos ampliarlo en el futuro.


¿Sigue pensando que a largo plazo el objetivo es construir un telescopio en la cara oculta de la Luna?


Recibimos miles de señales de radio al día y hay que chequear cada una con cuidado para no tirar la buena a la basura. Sería terrible. Pero hay muchísimas señales de origen humano que nos confunden. Hay un lugar en el Sistema Solar en cuyo cielo nunca se ve la Tierra, que nunca recibe señales de radio de la Tierra: la cara oculta de la Luna. Si construimos un telescopio allí, no tendremos que lidiar con este problema. La otra razón para ir a la Luna es que, una vez que estás allí, construir un telescopio es mucho más barato, porque hay menos gravedad y no hay viento. Se pueden construir con materiales muy ligeros y seguir siendo buenos y precisos.


La revista Nature' afirmaba en 2006 que no es obvio que todas las civilizaciones que puedan existir ahí fuera sean benévolas. Quizá el contacto sea arriesgado. Los conquistadores españoles contactaron con los americanos y murieron unos cuantos.


Sí, sobre todo murieron por las enfermedades. Pero, bueno, los españoles se llevaron un montón de oro [risas]. La situación fuera de la Tierra es muy diferente. La distancia entre nosotros y otras civilizaciones es muy grande. La estrella más cercana, Alfa Centauri, está a cuatro años luz. La distancia más probable a otras civilizaciones es de cientos de años luz. Tardaríamos 100.000 años en llegar a Alfa Centauri y un millón de años en alcanzar las estrellas con posibles civilizaciones. Atacar a otra civilización para coger su oro o comértelos requiere demasiado tiempo y es demasiado caro. Además, los visitantes no podrían llevarse más de una tonelada de cosas de la Tierra y tendrían que esperar un millón de años para llevarlas a casa. Los exploradores españoles sólo tuvieron que esperar unos meses.


Así que el cara a cara con los aliens es imposible


El coste de explorar otras civilizaciones es muy caro. Yo creo que las civilizaciones interactúan por motivos beneficiosos. Transfieren información para duplicar cosas útiles, como una central para producir electricidad a través de la fusión nuclear, como ocurre en el Sol. Los extraterrestres posiblemente solucionaron ese problema hace millones de años. Pueden enviarnos el diseño a la velocidad de la luz. Nos llegaría en unos años.


Pero enviar la pregunta y obtener la respuesta, tardaría siglos.


Sí, así es. Lo que queremos no es ir a otros mundos, sino establecer un canal de comunicación para que nos podamos enviar instrucciones de diseño para construir cosas útiles. No hay que temer a los extraterrestres, no nos van a atacar.


El SETI ha lanzado un proyecto en el que se pregunta a gente de todo el mundo: "Si descubrimos vida inteligente más allá de la Tierra, ¿deberíamos responder? Si es que sí, ¿qué deberíamos decir?". ¿Usted qué opina?


Depende de lo que descubramos. A partir de una sola señal no podemos saber nada de ellos. Al principio no tendrá sentido responder. Lo que deberíamos hacer es aprender sobre ellos y pensar una buena respuesta. Antes del descubrimiento, no se puede saber qué responder.


Pero usted ya envió un mensaje de radio con información sobre el ser humano en 1974, el famoso mensaje de Arecibo, sin saber nada. Y antes diseñó una placa con figuras humanas para incorporarla a las sondas Pioneer'.


Ya, ya lo sé [risas].


¿Fue buena idea enviar estos mensajes?


Quizá fue prematuro. Incluimos los dibujos porque los extraterrestres querrán saber cómo somos físicamente y biológicamente.


Su colega del SETI Seth Shostak cree que si estuviera delante de un ser extraterrestre, le preguntaría: ¿Tenéis religión?


Yo preguntaría si han descubierto cómo vivir para siempre, cómo ser inmortales.


Sería un problema.


Sí, todos querríamos ser inmortales. La Tierra sería muy aburrida, hablando con la misma gente todo el tiempo, todos viejos, todos habríamos visitado todos los países. Y habría que limitar el crecimiento de la población. No podríamos tener hijos. Sólo permitiríamos el nacimiento de niños para reemplazar a los viejos que van muriendo en accidentes. Todo el mundo tendría tanto miedo a morir que la velocidad permitida en carretera sería tres kilómetros por hora. El mundo sería aburridísimo.


¿Quién tiene que hablar en nombre de la Tierra?


Hay que establecer un gran comité de expertos, probablemente a través de Naciones Unidas. Ya hay un grupo en la ONU para establecer qué actividades son aceptables ahí fuera, pero no es el adecuado para esto. Habría que crear otro comité para elaborar un mensaje lleno de significado para enviar a los extraterrestres.


¿Sería un mensaje matemático?


Más bien serían imágenes, quizás hologramas. Así tendrían un objeto en tres dimensiones, con movimiento y audio. Podría ser una película en tres dimensiones.


Entonces habría que enviarles también un proyector 3D.


Las instrucciones para construir uno. Las imágenes en 3D solucionarían el problema del lenguaje.


Con todo el conocimiento de los últimos años, ¿cuántas civilizaciones detectables cree que hay ahora en nuestra galaxia?


Unas 10.000, aunque no podemos hacer una predicción correcta, porque tenemos demasiadas lagunas de conocimiento.


Es el mismo cálculo que ha hecho siempre. No ha cambiado, pese a que se han descubierto muchos planetas extrasolares.


Sí, esto incrementa el número posible de localizaciones. Pero el factor importante es durante cuánto tiempo se comunica una civilización. En nuestro planeta vemos lo que puede ocurrir en otros. Cuando las civilizaciones perfeccionan su tecnología, desaparecen de la vista, se hacen invisibles. Detectar una civilización es detectar la energía que malgastan. En nuestro caso, Madrid, por ejemplo, tiene una gran torre de televisión. Todas las ciudades soviéticas tenían una emitiendo señales potentísimas. Ahora tenemos el cable y la televisión por satélite. Apagamos las viejas torres de televisión y nos hacemos invisibles. A los extraterrestres se les va a acabar el fútbol gratis [risas].


¿La Tierra se está haciendo invisible?


En medio siglo seremos invisibles. Y empezamos a ser visibles en 1950. Si sólo somos visibles durante un siglo, el número de civilizaciones detectables será mucho menor de lo estimado. Eso es lo preocupante.


¿Podría ocurrir que nos llegara una señal de una civilización ya extinta?


Sí, extinta o que ya sea invisible y no nos lleguen más señales.






MANUEL ANSEDE Madrid 03/04/201 www.pùblico.es



.

martes, 12 de abril de 2011

Las formas del Universo

En el año 2006 se celebró en Madrid el llamado Congreso Internacional de Matemáticos o ICM, y se habló mucho de un matemático llamado Grigori Perelman, que ha resuelto uno de los grandes problemas abiertos de las matemáticas, la conjetura de Poincaré. Entre otras cosas, se ha dicho que esta conjetura ayudará a conocer la verdadera forma del Universo. El caso es que en ninguna parte han tratado de profundizar un poco más ni en la ciencia matemática a la que pertenece dicha conjetura, la topología, ni en cómo exactamente va a ayudar a semejante prodigio de la astrofísica, y por eso me he liado la manta a la cabeza y he decidido (intentar) explicarlo siendo lo más claro posible, pero tampoco simplista. Así que vamos allá.
Lo primero de todo: la topología NO tiene nada que ver con la topografía, un error bastante habitual. La topología es una rama de la geometría que tiene como objetivo clasificar todas las formas existentes. Así de fácil y así de complejo. De ese modo, al conocerse todas, se podría ayudar a muchas otras ciencias a la hora de establecer modelos aproximados de la realidad, y en especial a la física.
Lo primero que hace la topología es tener en cuenta el asunto de las dimensiones de los objetos, desde una sola dimensión hasta las que uno quiera (no hay límite en términos abstractos). Es importante no confundir la dimensión de un objeto con la del espacio que lo contiene. Por ejemplo, una pelota tiene dimensión dos, aunque está dentro del espacio tridimensional. ¿Y por qué es esto? Pues porque si fuéramos un bicho y estuviéramos apoyados en la pelota, para nosotros no sería muy distinto de un plano. Fijado un punto de partida, con dos números (latitud y longitud) nos bastaría para desplazarnos, igual que en un plano nos bastaría con saber cuándo a la derecha o izquierda y cuando arriba o abajo nos desplazamos del origen. Por otro lado, un muelle posee una sola dimensión, porque por el mismo motivo, viviendo dentro de él no notaríamos diferencia entre él y un alambre recto.
Vamos a llamar superficies a los objetos de dimensión dos (porque en verdad lo son).
Por fortuna hay métodos indirectos para poder distinguir unos objetos de otros. Del mismo modo que nosotros no necesitamos salir de la Tierra para saber que es redonda, ciertas evidencias físicas como la gravedad o el concepto de curvatura y las longitudes de las sombras nos darían pistas para saber cómo es una superficie en la que estamos atrapados.
Claro, alguien puede decir, pues para qué eso si podemos verlo desde fuera. Eso está muy bien si hablamos de superficies, pero hemos dicho que la topología se encarga de todas las dimensiones. Pensemos en dimensión tres. Igual que hay muchas clases de superficies, hay muchas clases de objetos de dimensión tres, aunque no los podamos percibir. De hecho, vivimos dentro de uno muy grande del que parece que no podemos escapar: el Universo. Así que enfocar el estudio de estas formas desde el punto de vista anterior no es una tontería, ni mucho menos.
De modo que nos centraremos en las superficies. Salvo algunas pocas excepciones de objetos prácticamente unidimensionales (como por ejemplo un hilo), en nuestra vida cotidiana todo lo que nos rodea son superficies. Claro, así a priori pensar en clasificar todas esas formas parece una tarea titánica. Y en verdad lo es, además de un poco innecesaria, porque en el fondo hay formas que no son tan distintas de otras. Es por ese motivo que los topólogos, para hacerse la vida un poco menos imposible, decidieron que si podíamos coger una superficie y deformarla hasta obtener otra, entonces eran esencialmente iguales. Por ejemplo, todas las pelotas, con independencia de su radio, son iguales, porque podemos estirarlas o aplastarlas hasta tener las otras. Y no sólo eso, de hecho un balón de rugby es igual a una pelota, e incluso una cuchara es igual a una pelota. Imaginen que la cuchara es de plastilina, por tanto la pueden deformar todo lo que quieran mientras no corten ni peguen nada hasta hacer una pelota con ella. Pero por ejemplo, un donut nunca será igual a una esfera, porque por mucho que deformen, no podrán librarse del agujero del medio (por eso es importante la regla de no pegar ni cortar).
Bueno, la clasificación es ahora un poco más sencilla... ¿o no? Pues aunque parece que hemos simplificado muchísimo, aún existen demasiadas formas. De modo que vamos a pedir algo más, dos propiedades un poco extrañas pero que dan coherencia a todo el asunto.
La primera es que los objetos serán compactos. La idea de un objeto compacto es que aunque no esté acotado, posee propiedades y ventajas parecidas. Eso se consigue poniendo una serie de propiedades matemáticas que no vienen al caso, y es razonable porque los objetos no compactos de dos dimensiones son muy escasos en la naturaleza.
Por otro lado vamos a pedir que no tengan borde. Por borde se entienden finales bruscos, como las esquinas de un cubo o la base de un cono. El motivo de eso es que con nuestro truco de deformar podemos hacer suaves esos bordes, de modo que considerar objetos con borde no haría más que complicar las cosas.
Vamos mejor. Esto ya empieza a tener buena pinta. Ahora presentaré una serie de superficies importantes en el mundo de la topología. La primera de ellas ya la conocen. Es la esfera.

La esfera es una superficie muy importante. Para empezar, porque con nuestro truco de deformar, hay millones de cosas que pasan a tener la misma forma de una esfera. Sólo en mi escritorio cuento así en un momento un par de docenas (eso sin incluir todos y cada uno de mis bolígrafos y lapiceros).
La siguiente en la lista ha sido mencionada antes bajo la forma de donut. Su nombre matemático es el toro.

Es importante destacar del toro que, como decía antes, tiene entidad propia, no es como la esfera. El toro es el gran representante de todos los objetos con un agujero que conocemos, como una taza de café. El agujero hace que, por ejemplo, dos viajeros, uno que siga un círculo vertical, y otro que siga un círculo horizontal, no puedan jamás encontrarse salvo al regresar de nuevo al punto de partida (no como en la esfera, donde sus rutas se cruzan en las antípodas).
Otra cosa importante del toro es que hay una manera de dibujarlo en dos dimensiones, y es como si fuera una especie de recortable. Cogemos un cuadrado (que si es necesario podemos estirar como chicle en vertical ú horizontal, recuerden), y pegamos los lados opuestos entre sí teniendo en cuenta que las puntas de las flechas deben coincidir:

¿Por qué es importante (y mucho) esto? Porque podemos estudiar una superficie usando sólo dibujos planos. Si un bichito que viviera en una pelota de tenis evolucionara mucho, podría hacerlo, de hecho, aunque no tuviera percepción de la tercera dimensión. Y volviendo al Universo, nosotros apenas tenemos percepción de la cuarta dimensión, pero gracias a este procedimiento, podemos ver el Universo a partir de un esquema de recortables parecido a éste. Claro, es más complicado porque ahora las cosas que se juntan no son líneas sino superficies y en teoría no partimos de un cuadrado sino de un cubo, pero la idea básica se mantiene.
Pero vamos a regresar al cuadrado. A base de poner distintas flechas uno puede jugar una barbaridad y obtener formas de lo más variopintas. Incluyendo una nueva regla, que es que los lados opuestos sin flechas no se deben pegar, vamos a poner unos ejemplos a ver si son capaces de distinguir de qué figuras hablamos:

La primera, en efecto, es un cilindro, pues es como coger una tira de papel y pegarla por los extremos. La segunda, sin embargo, al tener las flechas apuntando al revés, da otra forma ligeramente distinta. La idea es que antes de pegar los extremos de nuestra tira damos un giro. Esta superficie, que seguro a muchos les suena porque la ciencia ficción la adora, es la banda de Moebius (no confundir, por cierto, con el por otro lado magnífico dibujante).

La banda de Moebius tiene una extraña propiedad: no posee nada que se pueda llamar dentro y fuera. A un cilindro, con poner dos tapas, le basta para poseer interior y exterior. Un toro y una esfera, evidentemente, lo poseen. Pero cualquier intento de hacer eso con la banda de Moebius está destinado al fracaso. De hecho, si uno se pone a andar por la cara interior de la banda, de repente aparece por la cara exterior y viceversa. Ojalá pasara eso con una esfera, en concreto con nuestro planeta (es decir, que viajando por el exterior de repente apareciéramos en el interior). Esta propiedad se llama ser no orientable, y la banda de Moebius no es la única superficie que la posee. Los dos últimos cuadrados tampoco lo son. Es posible que algunos se hayan roto la cabeza intentando imaginar qué formas tienen. No se esfuercen, no se pueden concebir por la mente humana con claridad de lo extraños que son porque no pueden ser dibujados en un espacio de dimensión tres. El primero de ellos se llama la Botella de Klein, y el dibujo que mejor lo aproxima es el siguiente:

Es una superficie muy rara pero muy importante, la idea es que la botella tiene conectado el cuello y la base y está a la vez dentro y fuera de sí misma, pero esto es sólo una manera de hablar, porque como la banda de Moebius, no posee dentro ni fuera. La otra se llama el plano proyectivo. La representación del cuadrado de arriba no es la más habitual para referirse a ella. Se usa mucho en dibujo técnico y en perspectivas, porque en ella no existen las rectas paralelas (de hecho, se puede decir que su inventor es Leonardo Da Vinci).


Sólo me falta un ingrediente para la gran receta, y es la suma conexa de dos superficies. La idea de la suma conexa es: cogemos un tubo, pegamos un extremo a una superficie, otro a la otra, y tenemos una suma conexa. Como podemos deformar lo que queramos, al final es como si cosiéramos una superficie a otra, en cierto modo. Así que vamos a ver, la suma conexa de un toro y una esfera es... un toro con un bulto redondo enorme, ¿no? Peeero, deformamos el bulto enorme (imaginen que es como un grumo de harina que hundimos) y tenemos... pues otra vez el toro. Ahora, la suma conexa de dos toros es... pues es una figura nueva. Tener dos agujeros no tiene nada que ver con tener uno ni tener ninguno. Esta figura se llama, como es lógico, el ocho. Es representante de objetos de la vida cotidiana con dos agujeros, como unas tijeras.


Y por fin, llega la gran clasificación. Vale, vale, vale, tenemos una superficie cualquiera, que es compacta y sin borde, acordamos. Entonces:
  • Si es orientable, es o una esfera, o un toro, o sumas conexas de varios toros entre sí (tres agujeros, cuatro, cinco...)
  • Si no lo es, o es el plano proyectivo, o es la Botella de Klein, o es sumas conexas de estas dos superficies (aquí podemos mezclar, y salen cosas distintas, no como arriba, que coser una esfera no vale para nada).
Y ya está. Se acabó. No hay más. De este modo se obtienen TODAS las superficies que existen en el Universo. Si ya quieren ser más precisos, empiezan a deformar y punto, pero tampoco es necesario, porque la geometría de dos superficies, si una es deformada a partir de la otra, posee la misma naturaleza. De modo que ahora conocen todas las formas esenciales de todas las superficies del Universo. Bueno, este resultado, por supuesto, es difícil de demostrar, mucho.
Por desgracia, no se ha conseguido este resultado en las superficies de tres dimensiones, es decir, no sólo es que no sepamos qué forma tiene el Universo, es que ni sabemos con seguridad todas las posibilidades. Pero aun así, existen ciertas cosas que debería cumplir. Por otro lado, el reciente descubrimiento de Perelman ha ayudado a que haya que buscar menos formas.
Es importante recordar que es imposible visualizar la mayor parte de los objetos de dimensión tres debido a que para ello deberíamos ser capaces de verlos como una pequeña parte de un espacio de cuatro dimensiones. Por poner una analogía, podemos visualizar una esfera porque podemos verla como encerrada dentro de las tres dimensiones, pero un ser bidimensional no podría hacerlo porque le falta el concepto de altura, por tanto si estuviera sobre ella jamás podría situarse en la posición privilegiada de estar fuera. Del mismo modo, no podemos salir de las tres dimensiones para observarlas porque desconocemos la dirección que hay que tomar para movernos a lo largo de la cuarta dimensión, o peor aún, podríamos conocerla por métodos abstractos pero aun así no podemos visualizar nada porque nuestra percepción nos lo impide.
De modo que la cosa es más complicada. Mucho más. Ahora, el Universo es un cuerpo físico, y como tal se puede (y hemos) experimentado con él. Eso sí, nuestros experimentos son muy burdos, y en muchas ocasiones no tenemos ni eso, sino sólo unas cuantas teorías. A partir de ahora vamos a admitir como ciertos muchos de los principios que cimentan la física, y vamos a ver qué debe cumplir nuestro Universo para que sigan siendo verdaderos.


Debe ser orientable. Antes dijimos que los objetos como la banda de Moebius no son orientables porque sólo poseen una cara. En ellos conceptos como dentro y fuera no tenían sentido, porque pasábamos de uno a otro sin ningún problema (no como en una esfera, donde no hay manera de hacerlo sin pegar cortes). Si nuestro Universo no fuera orientable muchos conceptos que dependen de los sentidos se verían muy perturbados. Por ejemplo, unos astronautas que hicieran una ruta determinada podrían volver como una imagen especular de ellos mismos, es decir, con el corazón a su derecha. Esto parece anecdótico, pero afecta a todos los aspectos imaginables. Por poner otro ejemplo, el llamado spin de un electrón (o sentido de giro) cambiaría también, lo cual pone en grave tela de juicio la mecánica cuántica desarrollada hasta la fecha. De modo que, mientras no haya evidencias físicas que digan lo contrario, es razonable suponer que las leyes de la física, biología y otras ciencias experimentales que conocemos no se van a volver cabeza abajo.


Es isótropo. Esto es una consecuencia tanto de la teoría general de la relatividad como de las observaciones realizadas hasta la fecha. La teoría de Einstein dice que la geometría del Universo es una consecuencia de la gravedad que existe en cada punto (el famoso ejemplo de la sábana que se hunde con pesos), y las observaciones dicen que la distribución de materia es, a gran escala, aproximadamente la misma en todas las direcciones que miremos. Como la materia es responsable de la gravedad, eso nos da una forma uniforme. La consecuencia inmediata de este hecho es que en nuestro Universo modélico (que puede no ser exacto al real pero es muy aproximado, como todos los modelos físicos) la densidad es una constante. Es importante reseñar que, aunque la densidad es masa partido volumen, que sea constante no implica ni que el volumen sea finito ni que la masa sea finita.


Posee sólo uno de tres tipos de geometrías. Esto es consecuencia de que es isótropo. Una geometría sirve para medir distancias dentro del objeto. Por ejemplo, la geometría de una esfera no tiene nada que ver con el plano, pues la distancia más corta en la esfera es un trozo de curva llamado geodésica (que es el que emplean los aviones) mientras que en el caso del plano es la clásica línea recta. La geometría de la esfera se llama elíptica y la del plano euclídea; la tercera geometría es llamada hiperbólica. Es muy clásico escuchar en relatos de ciencia ficción e incluso de terror, como La Llamada de Cthulhu de H.P. Lovecraft, describir edificios o lugares como no euclídeos. Lo que el autor quiere transmitir es que las distancias no siguen nuestros conceptos intuitivos. En la geometría hiperbólica, por centrarme en una de ellas, puede incluso haber varias clases de atajos. Una veces puede ser más conveniente seguir una línea recta y otras un trozo de curva.
Trasladando todo este rollo al Universo, se puede decir que uno espera que su geometría no sea euclídea, porque si lo es, entonces no hay atajos, ni podemos hacer trampa, ni nada de nada, las rectas son los caminos más cortos y eso nos deja sin una esperanza de recorrer muy deprisa grandes distancias. De momento no hay evidencias de cuál de las tres geometrías puede ser la del Universo, de hecho cada cierto tiempo, como si fuera una moda, se piensa una de ellas en detrimento de las otras dos. Pero lo que sí es importantísimo es que, debido a que el Universo está en expansión (el conocido Big Bang), cada una de las tres geometrías da lugar a un final del Universo distinto.


Si nuestra geometría es elíptica, la expansión se detendrá llegado un momento y después se contraerá (el conocido Big Crunch). El volumen sería finito y por tanto la masa también (pues la densidad es finita). Eso sí, a medida que pasara el tiempo tenderíamos a estar muuuy apretaditos. No como en una discoteca, mucho más, de hecho, toda la masa del Universo acabaría en un punto. Todo lo existente acabaría muerto, de eso no hay duda, pero la esperanza es que podría haber un nuevo Big Bang.
Si nuestra geometría es euclídea, nuestro Universo se expandirá de manera continua, pero el ritmo de crecimiento será cada vez más pequeño, tenderá a ser cero de hecho. Como esto es un modelo matemático, se puede albergar la esperanza de que tenderá a ser cero se podrá interpretar en la realidad como se detendrá. La ventaja de esto es que llegaremos a un punto de estabilidad, y todo podría continuar de manera indefinida.
Si nuestra geometría es hiperbólica, entonces el Universo también se expandirá, pero en este caso nada lo detendrá ni ralentizará. Eso quiere decir que el volumen tenderá a ser infinito (pues no hay freno a la expansión), y como la densidad es una constante y la masa del Universo es finita (lo veremos enseguida) la densidad será cada vez más pequeña. ¿Qué quiere decir eso? Que en este Universo no nos vamos a contraer cada vez más, pero dado que la materia está distribuida de manera uniforme en todos sus puntos acabaríamos como moléculas dispersas, todas separadas y sin formar planetas, ni estrellas, ni vida, ni nada de nada. Otro final desalentador, y encima éste sería el definitivo, porque el crecimiento seguiría y seguiría hasta el fin de los tiempos y más allá, si se me permite ser literario.


La masa del Universo es finita. Ya lo he comentado antes y de hecho se deducía en el caso de la geometría elíptica, pero es que es razonable suponerlo siempre. El motivo, de nuevo, es la teoría de la relatividad, aunque la física clásica ya tenía mucho que decir al respecto. De todos es sabido que la energía total se conserva, ni se crea ni se destruye, todo ese rollo. Pero la relatividad nos dice que masa y energía en el fondo son una misma cosa (la famosa formulilla de E igual a m por c al cuadrado). Por tanto la masa es finita.
Hoy en día este hecho es más dudado, porque los avances matemáticos actuales nos hacen darnos cuenta de que una cantidad infinita también puede conservarse. El motivo de esto es que hay muchas clases de infinitos. Los números naturales (uno, dos, tres, etc) son infinitos, pero son sólo parte de los números reales (todos los números con decimales, por ser escueto), que son también infinitos pero muchos más. De todos modos, el manejo de esta clase de números es aún muy pobre para poder emplearlo a escalas más importantes.


Es simétrico. Ésta es muy importante. Es consecuencia de las observaciones, y la idea intuitiva es que la geometría del Universo no cambia radicalmente según el lugar que miremos de él (como en un plano o en una esfera, pero no como por ejemplo en una pirámide, cuyos picos traerían consigo nuevas situaciones extrañas).
El motivo de que esto sea no importante, importantísimo, es que de ser cierto, sólo existen cuatro posibilidades para la forma del Universo. Y los ganadores son:
  • La esfera de tres dimensiones (no confundir con la esfera de toda la vida, que tiene dos dimensiones. Ésta, como ya decía al principio, no se puede visualizar).
  • El espacio proyectivo. Es parecido al plano proyectivo comentado al principio, pero con una dimensión más. Éste, sin embargo, es no orientable.
  • El espacio euclídeo tridimensional. El que nos enseñan en el colegio, el de toda la vida, largo, ancho y alto. Lo bueno de que fuera éste es que tiene el futuro asegurado. Lo malo, que las distancias sólo son rectas, de modo que estaríamos atrapados en nuestra propia galaxia por mucho tiempo.
  • El espacio hiperbólico tridimensional. Casi al revés que el anterior. Lo bueno, que es posible que viajáramos más deprisa. Lo malo, que está condenado por definición (se trata del que se expandía sin parar ni frenarse).
Respecto a esto, una observación. Recurriendo a un argumento de lógica elemental, si suponemos que nuestro Universo es compacto (que como ya dijimos antes era como decir que tiene propiedades parecidas a ser finito pero no tiene por qué serlo) y que es isotrópico, pues ocurre que la geometría que predomina desde un punto de vista estadístico al coger una forma de tres dimensiones de ese tipo al azar es la hiperbólica, de modo que es la principal candidata a ser la verdadera geometría del Universo. De todos modos, ya se sabe que muchas veces la excepción confirma la regla.


Y por último, sólo mencionar, por fin, en qué consiste el descubrimiento de Grigori Perelman y en qué puede ayudar a conocer la forma del Universo. Recordemos que al principio se decía que la topología considera con igual forma dos objetos que, sin cortar ni pegar, pueden ser deformados hasta que uno sea como el otro (como un balón de rugby y uno de fútbol, o incluso un tenedor y una cuchara). De ese modo afirmé que de hecho casi cualquier objeto no agujereado que se les ocurriera era, en el fondo, como una esfera.
Esto, por desgracia, no es tan sencillo en una dimensión más. Parece probable, aunque sólo fuera por analogía, pero no es seguro. De aquí nació la conjetura de Poincaré.
La conjetura de Poincaré juega con lo siguiente: imaginemos que tenemos bandas elásticas circulares de las de toda la vida. Si ponemos una sobre una esfera es claro que arrugándola, la podemos deformar hasta un solo punto (en realidad sería una bola de goma, pero vamos a pensar que es un punto). Más aún, da igual dónde la pongamos, que siempre podemos hacerlo, ¿no? Bueno, este procedimiento permite encontrar los agujeros. Ahora imaginemos un anillo. Si una banda elástica lo atraviesa, da igual cómo nos pongamos, que no va a haber manera de deformarla hasta que sea un punto. Eso ocurre por culpa del agujero. Si hay más de uno, pues peor aún, más posibilidades.
Los objetos que como la esfera cumplen que toda banda elástica sobre ellos puede ser deformada hasta ser un punto se llaman simplemente conexos. Los que no tienen agujeros lo son, por ejemplo. ¿Pero son los únicos? Esa es la conjetura de Poincaré, es decir, si un objeto es simplemente conexo, entonces lo podemos deformar hasta que sea igual a una esfera.
Para curvas (una dimensión) y para superficies (dos dimensiones) es fácil e intuitivo demostrarlo. Es a partir de tres cuando se complica, y además resulta interesante, no sólo para el Universo (demostrarla implica catalogar mejor sus posibles formas y por tanto que las posibilidades sean más claras), tiene aplicación en innumerables teorías científicas y la Fundación Clay ofrece un millón de dólares a quien lo resuelva por ser uno de los grandes problemas del tercer milenio que hará avanzar la ciencia con su resolución.
Hubo matemáticos como Smale, Stalling, Wallace y Zeeman que lo demostraron para ciertas dimensiones concretas (cuatro, cinco, seis...) con argumentos distintos. En 1980 Freedman usó un mismo argumento y lo validó para todas las dimensiones iguales o mayores que cuatro. Pero el caso tridimensional (es decir, el que concierne a la forma del Universo) seguía irresuelto, y es el que ha demostrado Perelman.
Perelman es sin duda un tipo extraño. Se ha pasado ocho años de su vida recluido para resolver la conjetura, y no se ha presentado a recoger la medalla Fields en Madrid en Agosto de 2006. Para un matemático la medalla Fields es el mayor galardón al que puede aspirar, ya que Nobel no creó el premio Nobel de Matemáticas (según dicen, porque su mujer se la pegaba con un matemático... para que luego digan que viven en su mundo). Además de eso, sólo es entregada si se tiene menos de cuarenta años. Este es el último año que Perelman puede recibirla. Más aún, ha rechazado el millón de dólares ofrecido por la Fundación Clay. Algunos dicen que Perelman se ha desilusionado con el mundo y con las matemáticas. A lo que un servidor dice, vale, acepta el dinero, y lo donas. Pero bueno, cada cual es cada cual.
Hay quien piensa que la conjetura no es para tanto. Sin embargo, sus futuras aplicaciones aún son inimaginables, así como el nivel de comprensión geométrica que nos otorgará. Citando al propio Poincaré, "El pensamiento es sólo un relámpago en el medio de la larga noche, pero ese relámpago lo es todo".
Y también es todo por ahora. Espero que esto haya servido para que comprendan mejor el Universo que les rodea. Chao.

por Miguel Ángel López Muñoz



viernes, 8 de abril de 2011

La Atlàntida podrìa estar en España

Washington, (EFE).- La Atlántida, el paraíso perdido que describió el filósofo griego Platón y que supuestamente desapareció tras un gran tsunami, podría estar en España, según una investigación que comenzó hace cinco años con unas fotos satelitales.
Los textos de Platón sitúan la Atlántida frente a las Columnas de Hércules, lugar atribuido al estrecho de Gibraltar que señalaba el límite del mundo conocido, y la describen como una isla más grande que Libia y Asia juntas.
Durante años, científicos y aficionados a la arqueología han reclamado haber encontrado la Atlántida, uno de los más recientes fue un ingeniero aeronáutico del Reino Unido Bernie Bamford, quien en 2009 dijo haberla encontrado utilizando el buscador Google Ocean, parte de Google Earth y que resultó ser un mapa del suelo oceánico.
Sin embargo, después de dos años de investigación, un equipo internacional en el que participó el profesor Richard Freund, de la Universidad estadounidense de Hartford (Connecticut), cree que ha localizado la isla perdida en el parque nacional de Doñana, en la provincia de Cádiz, sur de España, según contó hoy a Efe.
"Hemos descubierto un patrón geológico que no suele encontrarse en la naturaleza", aseguró Freund, quien explicó que la estructura y la disposición de las grandes rocas detectadas demuestra que ha habido intervención del hombre y podrían ser los restos de la antigua isla.
La investigación, que cuenta con el apoyo de National Geographic, ha sido seguida por el canal especializado en ciencia, que ha recreado el descubrimiento en un documental que se difundirá en Estados Unidos el 15 de marzo a las (24.00 GMT) y que llegará a España en junio.
Según contó Freund, en 2003, un equipo de científicos alemanes, dirigidos por Werner Wickboldt, descubrió en unas imágenes satelitales del mar Mediterráneo unas estructuras rectangulares y varios anillos concéntricos que coinciden con las descripciones de la isla del filósofo griego.
Entre las imágenes llamó la atención una de la marisma de Hinojos en la que destacan dos estructuras rectangulares y los restos de varios anillos concéntricos que las habrían rodeado, tal y como indicó el filósofo griego en sus escritos "Timeo" y "Critias".
Usando la descripción de Platón como guía y las fotografías satélite de lo que parece que es una ciudad sumergida justo al norte de Cádiz, Freund y el equipo internacional trató de localizar esa isla que tenía 925 metros de diámetro y estaba rodeada por varias estructuras circulares, algunos de tierra y otros de agua.
Para determinar las coordenadas exactas de la isla, que según los historiadores fue sepultada bajo el agua por una gran inundación provocada por un tsunami, han utilizando una combinación de tecnología submarina, radar de profundidad del suelo y cartografía digital.
El equipo de arqueólogos e historiadores dirigido por Freund se centró en las mediciones terrestres y marcaron el lugar dónde excavar, hicieron análisis con carbono y confirmaron que en las capas correspondientes a la Edad de Bronce hay señales de que hubo una violenta tormenta o un tsunami en la zona.
Otro de los equipos, liderado por los profesores de la Universidad de Huelva (España) Juan Antonio Morales y Claudio Lozano, se centró en la medición de las formaciones geológicas que podrían pertenecer a la zona de la antigua bahía de Tartesos.
Además, los análisis de radiocarbono hechos en Madrid y en Miami (Florida) indicaron que la fecha límite para que hubiera habido un asentamiento en el parque nacional de Doñana es el 2.500 antes de Cristo, que coincide con la aproximación hecha por los historiadores.
El científico alemán Wickboldt apuntó en su investigación que podría ser que los griegos confundieron el vocablo egipcio para costa y lo tradujeran como isla al transmitir la historia a las generaciones siguientes, lo que confirmaría este descubrimiento.
"Jorge Bonsor, quizás el arqueólogo más importante de España de principios del siglo XX ya estuvo buscando en la década de 1920 en el parque de Doñana la Atlántida por lo que éste era un lugar famoso para buscar un sitio famoso", señaló Freund.

MATIZACIONES Y ALGUNA OPINIÒN
Paulino Zamarro
Bueno, parece ser que se siguen diciendo tonterías sobre la Atlántida sin ningún fundamento, pero queriendo revestirlas de un halo seudocientífico.
La Atlántida, evidentemente existió, pero no estaba en las marismas de Doñana, si no en torno a las islas Cícladas (en pleno mar Egeo), su desaparición repentina es verdad que se debió a un tsunami que tuvo lugar hace unos 7500 años, dicho tsunami destruyó el istmo que hasta entonces había en lo que hoy es el estrecho de Gibraltar e hizo que el nivel del mar Mediterráneo subiera repentinamente 78 m, desapareciendo de este modo la Atlántida. En los 1500 años siguientes el nivel del mar subió otros 17 m.
Para saber más, ver: www.atlantida.webatu.com



martes, 5 de abril de 2011

La Leyenda de la Atlantida 2ª parte






La leyenda cuenta que la Atlántida era una isla de grandes dimensiones, se podría considerar un continente, según algunas hipotesis en el Mediterráneo, en otras versiones en el Océano Atlántico, fue destruída por un terremoto o tsunami que inundó totalmente sus tierras dejándola por siempre sumergida bajo las aguas y olvidada en el pasado.

Sus habitantes poseían una tecnología y cultura muy superior a la de los contemporáneos de su época y fueron decisivos en los avances de todas las culturas mundiales. Su ubicación les permitía el acceso a culturas tan dispares como la egipcia y la Maya y eran consumados viajeros, dominando con sus barcos todos los mares y océanos del planeta. La similitud entre estructuras arquitectónicas como las piramides Mayas y Egipcias, o el parecido fonético de algunas palabras en culturas separadas por aguas y miles de kilómetros de distancia se deben según los partidarios de la existencia de dicha isla o continente y a la influencia que los Atlantes (nombre con el que habitualmente se designa a los habitantes de la Atlántida) gracias a su avanzada tecnología marcaron culturas de todo el mundo.

Nacimiento y Caída de la Atlántida


La leyenda de la Atlántida parte de Platón hacia el 350 a.C., el cual, en los diálogos Timeo y Critias, cuenta la historia de una civilización floreciente que vivía en una isla "más allá de las columnas de Hércules" (nombre antiguo del Estrecho de Gibraltar). Él aseguraba basarse en el sabio griego Solón, que 200 años antes decía haber oído en Egipto que una isla había sido destruida "al oeste" como consecuencia de un gran cataclismo que la sumergió en las aguas en tan solo unas horas. En más o menos 20 páginas describe esta floreciente cultura, sus ciudades y abundancias y como debido a una afrenta a los dioses (eran adoradores de Poseidón) fueron castigados y una serie de cataclismos les sumergieron en las aguas.

Hasta aquí podría parecer la típica historia moralista tan habitual en Mitología griega, pero numerosos estudiosos a lo largo de la historia han buscado su significado real pues en gran cantidad de culturas existen mitos similares a los de la Atlátida de Platón, según algunos de ellos existe una especie de memoria histórica o componente real en dicha historia y si bien la mayoría de las hipotesis fueron desestimadas por falta de pruebas o demostrada su invalidez, es cierto que de tratarse de un leyenda fue de gran difusión en una edad tan temprana del hombre que pervivió en diferentes y dispares culturas.

Ubicación de la Atlántida



La imagen romántica de una isla fabulosa tragada por el mar, ha significado que su ubicación haya sido buscada desde la época de Platón, aunque nadie está seguro si existió realmente muchos son los investigadores que la buscaron, una empresa no del todo descabellada, pues al fin y al cabo también la Troya de Homero se creía producto de la fantasía, hasta que el arqueólogo Heinrich Schliemann la descubrió en 1903. Las ubicaciones sugeridas para la Atlántida, incluyen lugares diversos a continuación enumeraré algunas de las ubicaciones más nombradas:

En el Mar Mediterráneo

Del relato de Platón se deduce que la civilización atlante debió florecer hace más de 12.000 años. Este dato no puede ser exacto en ningún caso, puesto que en aquellos remotos tiempos todavía no existía ninguna cultura evolucionada que trabajara los metales, estuviera gobernada por reyes y dominara los mares con sus barcos. En cuanto a la localización del misterioso continente, el texto del filósofo ateniense lo sitúa "más allá de las Columnas de Hércules", y esto significaba, según la concepción de la antigüedad, al otro lado del estrecho de Gibraltar, es decir, en el océano Atlántico. Pero atención, recordemos que la fábula procede de los antiguos egipcios y, para ellos, la isla perdida se llamaba Keftiu (el nombre que tenían para Creta). La fuente de información de Platón, el legislador y estadista Solón, pensaba naturalmente en griego, de modo que traduciría las indicaciones del sacerdote egipcio a su propia lengua, pudiendo producirse por esto algunos equívocos. Posiblemente los egipcios tenían en mente un lugar totalmente diferente al referido por Solón, ya que para esta civilización confinada en el valle del Nilo, el mundo conocido terminaba no ya en el Atlántico, sino en el mismo Mediterráneo.

La teoría que desde 1909 ha sumado más adeptos afirma que la Atlántida fue Creta u otra isla cercana, la de Santorini. Por consiguiente, la civilización atlante se identificaría con la minoica. Son muchos los datos que apoyan esta tesis. Para los antiguos egipcios, Creta constituía un lugar de interés a causa de su cercanía y su fuerza, aunque resultaba casi inaccesible debido a su ubicación en mitad del Mediterráneo. Por otro lado, la decadencia y caída de esta civilización encaja con el dramático final descrito por Platón: hacia el año 1500 a.C. una tremenda erupción volcánica en la isla de Thera (hoy llamada Santorini) originó terremotos, tsunamis y lluvias de cenizas que acabaron por dar el golpe de gracia a aquella cultura de la Edad del Bronce, que ya había sufrido anteriores seísmos.

La fecha es lo único que no concuerda, pues recordemos que, según Platón, la Atlántida debió florecer alrededor de 12.000 años atrás. Sin embargo, pudo ocurrir que el informador egipcio de Solón se hubiera basado para sus cálculos en uno de los calendarios lunares al uso en aquella época, confundiendo al griego, quien habría tomado los años lunares por solares. En tal caso, la fecha referida por el sacerdote sería el año 1200 a.C. aproximadamente, lo cual coincide, admitiendo un margen de tolerancia de dos o tres siglos, con la explosión de Thera.

En cualquier caso, por bien que suene esta hipótesis -desarrollada y defendida sobre todo por los investigadores griegos Angelos Galanopoulos y Spyridon Marinatos- también tiene sus puntos débiles. Así, la clasificación cronológica de los diferentes estilos cerámicos de la isla de Santorini demuestra que esta cultura sobrevivió al menos cincuenta años a la erupción del volcán. La Atlántida no se hundió, por tanto, en este lugar. Y menores son las posibilidades de que se tratara de la cercana isla de Creta; Cnosos, el centro de la cultura minoica, no se colapsó hasta algunos siglos después de la erupción del volcán y, como todos sabemos, la isla continúa en su sitio.

En el Océano Atlántico



El relato de Platón hablaba de una enorme isla "más allá de las columnas de Hércules" este dato hacia suponer que debía encontrarse en el Océano Atlántico y durante siglos investigadores del tema la situaron en dicho emplazamiento. Dicha teoría fue totalmente rechazada en 1.950 cuando se demostró la tectónica de placas y se comprobó que no existen ni existieron vestigios de ningún continente sumergido.

Hasta que dicho teórico emplazamiento se demostró que no era correcto, investigadores como Ignatius Donnelly, quien publicó su libro Atlantis: The Antidiluvian World en 1882, obra que conocería más de cincuenta ediciones y que sirvió de punto de partida para numerosas teorías posteriores. Donnelly estudió los enigmas de distintas culturas y elaboró a partir de tan misteriosos ingredientes una hipótesis irresistible: la Atlántida fue un continente entre Europa y América que se sumergió y que incluso llegó a constituir un puente terrestre entre ambos mundos.

Los principales datos que corroborarían su teoría son los siguientes: la lengua de los aztecas posee asombrosas semejanzas con la de los egipcios. (Esto no es exacto, dicen los escépticos; el parecido procede de una interpretación errónea de los signos de la escritura azteca). Los egipcios no fueron los únicos que construyeron pirámides; también los antiguos pueblos centroamericanos levantaron este tipo de estructuras, de modo que debió existir algún contacto entre ellos. (Tonterías, afirman los detractores de Donnelly; una forma geométrica tan elemental puede inspirar a cualquier arquitecto espontáneamente, sin que tenga que copiar de nadie).

Donnelly no ofrecía nuevas pruebas de la existencia de la Atlántida, sino una síntesis tan brillante como persuasiva de las ya existentes, echando mano de informaciones procedentes de campos tan diversos como la arqueología, la oceanografía, la filología, la geología, la historia, la mitología, la etnología, la zoología y la botánica para argumentar la historia de Platón y con la intención de demostrar que sin un continente que hubiera servido de puente las coincidencias que proponía no hubiesen podido darse.



La Atlántida en América

Al ser descubierto el nuevo continente surgió como es lógico una nueva teoría, ¿Podría ser América el continente descrito por Platón?, ¿era posible que las tierras descubiertas por Cristobal Colon fueran parte de la isla soñada?

La respuesta parecía ser no pues parecía muy improbable con la tecnología de la época que relataba Platón pudiesen realizarse viajes en barco a tan larga distancia y más cuando se describían flotas de 1200 barcos que conquistaban allá por donde pasaban con sus tropas. Un dato cuando menos curioso sobre esta teoría es el siguiente:

En una sesión de trance realizada en 1933, el vidente norteamericano Edgar Cayce describió de una forma colorista y fantástica la vida en aquella antigua civilización, prediciendo, además, que una parte de ella sería encontrada en el año 1968. Y en efecto, un año más tarde de lo vaticinado se descubrieron en el fondo marino frente a las Bahamas ciertas estructuras aparentemente realizadas por la mano humana. La localización de la Atlántida en esta zona ya había sido propuesta por otros investigadores, que sin duda se remitían a los datos aportados por el geógrafo romano Marcelo, del primer siglo antes de nuestra era. Según él, el continente perdido habría estado integrado por siete islas pequeñas y tres grandes, la mayor de ellas de 1.000 estadios de diámetro, lo que equivale aproximadamente a 200 kilómetros.

¿Debemos, pues, buscar los restos de la Atlántida en el Caribe? La mayor de las islas antillanas, La Española, tiene un tamaño que coincide más o menos con el calculado por el sabio Marcelo. Sin embargo, estas especulaciones tienen muy poco que ver con la descripción de Platón. Las formaciones de piedra encontradas son según los expertos tan solo una formación rocosa insólita y no tienen nada que ver con la mano del hombre y aún en el caso de ser estructuras arquitectónicas creadas por el hombre parece muy poco probable que perteneciesen a la Atlántida que relataba Platón y con casi total seguridad serían parte de una cultura megalítica aun desconocida.

Conclusiones

La tectónica de placas no deja lugar a dudas, no hay lugar para la Atlántida, ningún continente o isla de dimensiones como las descritas pudo haberse sumergido o inundado sin dejar pruebas de ello. Por lo cual tenemos que pensar que de ser algo mas que un mito deberíamos buscar la Atlántida entre las tierras ya conocidas, probablemente una isla mediterranea, alguna región europea que fuera mal interpretada en los mapas o traducciones de textos antiguos, otras hipotesis barajan la posibilidad de que se tratara de las Azores e incluso en Suecia.

Aún así no deja de ser fascinante como durante siglos se ha buscado un continente idílico y existen tal cantidad de textos a lo largo de la historia aportando pruebas de su existencia.



ULTIMOS Y SORPRENDENTES DESCUBRIMIENTOS SOBRE LA ATLÁNTIDA

Seguramente, el mito que más intensamente ha pervivido a lo largo de siglos y milenios es el que se refiere a la Atlántida, cuna de toda civilización, que fue tragada por las aguas nadie sabe cuándo ni dónde.

Ahora, recientes revisiones de documentos antiguos y nuevas investigaciones nos sitúan en el trance de aventurar que tal vez no se trate de un mito, sino de una realidad capaz de cambiar el concepto que tenemos de la Historia.

Desde que Platón se refiriera al "continente perdido" en sus diálogos Critias y Timeo, la Atlántida atrapó a los investigadores y curiosos del pasado en la fascinación de su enigma. Entre el mito y la leyenda, su realidad ha dejado huellas en lugares muy distantes del planeta, y recuerdos legendarios en todas las civilizaciones.

Su mítico rastro marca caminos, a través de la Historia, que se dirigen hacia las costas y al fondo del océano Atlántico, caminos que tal vez cono¬cieron los sacerdotes egipcios y "pistacos", como se revela al romper las densas nieblas que envuel¬ven sus cultos ancestrales; caminos que pertenecen a las sendas rectas de los grandes iniciados que levantaron los vestigios megalíticos, las pirámides y las enigmáticas esferas, ya que todos ellos encierran y custodian las claves secretas y el lenguaje del antiguo conocimiento perdido.



Sin duda, los megalitos constituyen uno de los enigmas más desafiantes del pasado. Algunos investigadores opinan que posiblemente fueron erigidos por los supervivientes de la Atlántida. Y, desde luego, el interrogante no deja de ser complejo, porque si no fueron los atlantes, ¿quiénes los erigieron? No importa conocer la respuesta con exactitud; pero sí es importante reconocer que sus constructores poseían unos conocimientos científicos sumamente avanzados. A este respecto, Alexander Thom, profesor de Ingeniería en Oxford, comprobó que, efectivamente, en los conjuntos megalíticos, las grandes piedras estaban alineadas astronómicamente con asombrosa precisión. Fruto de sus estudios fue también el descubrimiento de la que él denominó "yarda megalítica" de 83 centímetros de longitud. Ello demuestra que los constructores de estos monumentos protohistóricos poseían también altos conocimientos de matemáticas.

Sin embargo, lo más extraordinario de este tipo de construcciones es que todos los megalitos que las conforman suponen y revelan el ejercicio de una energía poderosísima, que podríamos comparar a nuestra quinta fuerza. Los megalitos son catalizadores controladores transmisores de esta energía desconocida; distribuidos sin excepción en las líneas de fuerza cosmotelúrica, están orientados en relación a ciertas estrellas, el Sol o la Luna, manifestando en cada caso un poder y una finalidad diferentes, dependiendo ello del astro a que se refieran y de sus propias características estructurales. En algunos casos seguían la línea equinoccial, señalando las entradas y salidas de los solsticios y muy especialmente el pronóstico de los eclipses lunares, así como las revoluciones magnéticas de las manchas solares.

Pero, ¿cómo pudieron ser trasladados esos enormes bloques de piedra desde canteras que se hallaban, en muchos casos, a gran distancia, incluso a decenas de kilómetros? Tal vez emplearon la misteriosa energía a la que antes nos hemos referido. Algunos datos hay que podrían confirmarlo; por ejemplo, en los escritos "coptos" se lee que las piedras de la Gran Pirámide fueron elevadas mediante cantos frecuencias de sonido y varas vibratorias.

Como es lógico, los científicos no aceptan esta posibilidad, porque ello supondria un nuevo enfoque de la Historia. Y, sin embargo, los herederos del antiguo conocimiento poseían algunas de aquellas varas o bastones de poder: con ellas, y con unos míticos transductores que eran conocidos como "huevos de serpiente", lograban controlar esa fuerza poderosa e inagotable a través de los megalitos, seguramente con ayuda de la cualidad conductora del cuarzo; de ahí el interés especial por determinadas canteras. La energía así obtenida y controlada hacía más fértiles los campos, más propicio el clima y más estable el equilibrio ecológico y telúrico, evitándose a la vez posibles desastres capaces de alterar las condiciones de vida del planeta.

Sacerdotes egipcios y "pistacos" supieron de la Atlántida

César Luis de Montalbán, explorador y viajero incansable el Livingston español, como alguien lo ha llamado , profundizó como pocos en la historia y leyendas de Asia y América, así como en los conocimientos más secretos de sus sacerdotes y magos. Producto de todo ello fue su convencimiento absoluto acerca de la existencia del mítico continente.

Durante uno de sus viajes a Egipto, Montalbán convivió con sacerdotes del alto Nilo, quienes le confesaron ser descendientes de los atlantes, ya que éstos llevaron a Egipto todos los conocimientos y logros de su civilización. Por cierto, tal afirmación coincide con el texto de un rollo de papiro que se conserva en el Museo de San Petersburgo, escrito durante el reinado del faraón Sent, de la II dinastía, donde se explican las investigaciones ordenadas por el monarca y llevadas a cabo por una expedición en busca de la Atlántida, por considerarla la tierra de sus antepasados.

Jesús de Nazaret, dios de los atlantes

En otra ocasión, encontrándose en los Andes Orientales, Montalbán entró en contacto con el más alto sacerdote de aquellos territorios, ¡el “Pistaco”, perteneciente a una dinastía inmemorial que aún conservaba la historia de su estirpe y las más ocultas tradiciones de su pueblo.

El ''''Pistaco" reconoció a Jesús como el dios de los atlantes

El enigmático personaje, al escuchar del viajero una alusión a Jesús, replicó: "Es mi dios; el dios de mis padres encarnado en el culto atlante de los habitantes del templo transparente".

Profundamente impresionado Montalbán por las palabras del "pistaco" insistió para que le contase cuanto supiera de la Atlántida; pero en aquel momento fue inútil, pues el sacerdote se encerró en el mutismo total que tan bien saben guardar los indios.

Hubo de transcurrir mucho tiempo hasta que, con ocasión de encontrarse ambos a la vista de La Guaria (puerto de Venezuela), sin solicitarlo pregunta alguna, el "pistaco" dijo con tristeza, mirando las olas espumosas del Atlántico: “Estas aguas cubren la sepultura de mis mayores, que vivieron en la hundida tierra, la que está en el fondo del mar. Sus habitantes fueron muy felices al principio; eran justos y sus ciencias alcanzaron un progreso grande, pero luego llegaron el vicio y la maldad. Entonces, un día, la tierra osciló, los picos fueron cubiertos por penachos de fuego y el mar furioso dejó sepultada para siempre la Atlántida, la tierra de las artes y las ciencias, de las grandes ciudades con pirámides y obeliscos, de los bellos templos transparentes de Io, la tierra de los sabios que conocieron la verdad única".

Felipe II compartió el secreto

No fue César Luis de Montalbán el primero en obtener en América testimonios del continente sumergido: ya Orellana, en el curso de sus conquistas y descubrimientos en tierras de Venezuela, contempló en manos de los aborígenes unos mapas donde aparecía, perfectamente situado, el continente de la Atlántida, de donde aseguraron provenir.
Por otra parte, en la "Historia Universal" de Dextro, libro famoso entre todos los libros perdidos, prohibidos y condenados, que pocos tuvieron el privilegio de leer, se encontraba al parecer la relación completa de todos los monarcas atlantes que hubo en España, quienes dieron pobladores a Irlanda, Escocia, Inglaterra y América, los mismos que enviaron colonias a Asia y poseyeron parte de África, proporcionando también reyes a los celtas y troyanos. España, en definitiva, aparecía en aquellos tiempos corno la cabeza de todo Occidente. Desgraciadamente, esta joya bibliográfica desapareció misteriosamente, siendo sustituida por la más conveniente "Historia" de Flavio Lucio, la cual, desde entonces, se tuvo por la auténtica historia de Dextro.
Don Benito Arias Montano, políglota y heterodoxo extremeño, maestro y sabio, fue uno de los pocos privilegiados que tuvo en sus manos la obra; y no sólo éste, sino también otro libro de similar contenido e igualmente prohibido y condenado: "El Cronicón" de Pedro Orador, de Zaragoza. Arias Montano hizo participe de su sorpresa y emoción a Felipe II, y éste le encargó escribir para la naciente biblioteca de El Escorial unos pliegos sobre ambas obras, así como un epítome de los reyes hispano atlantes, lo cual resulta tan significativo como revelador. Una copia de estos escritos fue llevada por Montano a su "Peña", sumándose así a los muchos secretos que el gran maestro dejó sepultados para siempre en su querida y enigmática Peña de Alájar.

Huellas atlantes en Extremadura

También dejó constancia de la realidad de la Atlántida otro ilustre extremeño, astrónomo, escritor y heterodoxo, por supuesto: Mario Roso de Luna.
Destacaremos unos comentarios que realizó tras estudiar el códice "CORTESIANO" (en el cual descubriría la clave del sistema maya de numeración por puntos y barras, así como el signo que representaba al cero): "En el curso de nuestras investigaciones en los códices afirma el escritor extremeño , nos vamos viendo sorprendidos por numerosísimas conexiones prehistóricas entre el nuevo y el viejo mundo, que elevan la hipótesis del continente conector de la sumergida Atlántida a un grado de probabilidad que raya en la certeza absoluta".
En 1904, Roso de Luna publicó un primer estudio sobre la escritura ógmica en Extremadura, defendiendo la hipótesis de la existencia de atlantes en esta tierra. En sus páginas aparecieron también algunas fotografías de extraños caracteres, un buen número de los cuales tenía forma de cazuelas, lo que indujo a Roso a referirse a "una escritura de cazoletas", asegurando que la misma correspondía a un enigmático pueblo de astrónomos muy anterior a iberos y celtas, un pueblo misterioso que, según las deducciones de Roso, sólo podía provenir de la legendaria Atlántida.

Los atlantes y las vírgenes negras

Para la mayoría de los investigadores de la realidad de la Atlántida, Canarias es la única porción de tierra que se salvó del terrible cataclismo. Muchos son los indicios que así parecen demostrarlo; entre los más recientes se hallan las estructuras piramidales de El Paso, Icod y Güimar, muy similares a las de México, que se cree pueden ser huecas y estar surcadas por pasadizos. Y resulta además significativo que la piedra empleada para su construcción sea lava volcánica, de la que sólo los iniciados conocen sus poderes secretos.

Es en Güimar donde de manera muy especial las pirámides adquieren todo su relieve. Este enclave mágico está repleto de misterio y de secretas revelaciones, tras las que llegaron sin duda los templarios y muchos seguidores del rastro de la Atlántida. Un secreto cuyas claves pueden estar en la enigmática virgen negra de la Candelaria y en sus cuevas, en una de las cuales en 1910 unos obreros que estaban abriendo una galería de agua encontraron unas escaleras por las que ascendieron unos hombres vestidos con túnicas blancas. Los operarios, atemorizados, denunciaron el suceso a las autoridades.

Schliemann en Troya:

pruebas de la Atlántida Uno de los testimonios más importantes acerca de la existencia de la Atlántida se debe a Heinrich Schliemann, el célebre arqueólogo des¬cubridor de Troya. Por cierto, precisamente hasta ese momento, esa ciudad estaba considerada sim¬plemente como un mito: en su existencia real no creía nadie.
Un nieto de Heinrich, Paul Schliemann, publicó un artículo que causó escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título "Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización" era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos. Contaba el autor del mismo que días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción: "Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investiga¬ciones que están bosquejadas y contenidas en él. Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado agregaba: "Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a la Atlántida. Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del valle Chacuna".

El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos. En uno de ellos leyó: "He llegado a la conclusión de que la Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de África y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización. En las compilaciones adjuntas se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente".

Un mensaje en el jarrón con cabeza de lechuza

"Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya relató Heinrich Schliemann en uno de sus escritos y descubrí en la segunda ciudad el famoso "tesoro de Príamo", encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño. Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: "Del rey Cronos de La Atlántida".

"El que esto lea prosigue el escrito de Schliemann podrá imaginar mi emoción. Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo. Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de mayor importancia que el descubrimiento de cien Troyas. Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente. Fui recompensado por mi fe, como puede verse en el documento marcado con la letra B."

Los jarrones atlantes de Schliemann

"En 1883, encontré en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubrí piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que yo había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Priamo.
"Está fuera del rango de las coincidencias continuamos el escrito de Schliemann que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza colocadas en idéntica forma.

"Conseguí algunos de estos objetos de Tiahuanaco y los sometí a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América. Analicé los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto. El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades. Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos. La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en mis diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida!

"Una inscripción que desenterré cerca de la Puerta de los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de la Atlántida, quien habiéndose enamorado de la hija de Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra. Toda esta inscripción es muy importante y la he mantenido en secreto".

Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: EMITIDO EN EL TEMPLO DE LAS PAREDES TRANSPARENTES".

Siguiendo las indicaciones de mi abuelo, resume Paul Schliemann sus investigaciones , he trabajado durante seis años en Egipto, África y América, donde he comprobado la existencia de la Atlántida. He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos".
Tal vez haya que tachar de pretencioso a Paul Schliemann. En cualquier caso, en este punto del relato las noticias sobre sus descubrimientos se pierden; y con ellas, una vez más, las esperanzas de encontrar, por fin, la añorada Atlántida.

El Estado español buscó la Atlántida Existe un curioso e interesantísimo documento, un libro titulado "Acción de España en África", avalado por el prestigio y seriedad del Estado Mayor, que reconoce extensas aportaciones geológicas acerca del continente perdido.
Perteneció al Teniente General y jefe del Estado Mayor, Sánchez de Ocaña. Se trata de uno de los cuatro únicos ejemplares de que constó la edición, lo cual hace suponer que su contenido fue considerado prácticamente secreto, todos destinados exclusivamente a altos mandos del Ejército español. En sus páginas, basándose en concomitancias de la fauna, la flora y la geología entre España y Marruecos, se admite la existencia de la Atlántida. La hija de Sánchez Ocaña nos ha permitido extraer de él algunos datos, muy reveladores, hasta ahora inéditos. El volumen, encuadernado con primor en piel de Rusia, fue impreso en 1935, en los talleres del Ministerio de la Guerra, y su realización corrió a cargo de la Comisión Histórica de las Campañas de Marruecos.

Especialmente interesante es el capítulo primero, que trata de la Península y el norte de África en la Era Terciaria y de las comunicaciones entre el Mediterráneo y el Atlántico.
La deducción de los autores es que España formaba parte de un continente terciario unido a África por el istmo que hoy ocupa el estrecho de Gibraltar, encerrando una vasta cuenca, la del actual Mediterráneo, que, prolongándose hacia el noroeste, según muchos geólogos por territorios ahora sumergidos, llegaba a unirse con América del Norte. Avalan esta sorprendente conclusión las huellas que sobre la superficie de España y Marruecos dejaron dos importantes estrechos: el norbético, abierto en los tiempos eocenos por el actual valle del Guadalquivir, que establecía una comunicación entre ambos mares más amplia que la posterior de Gibraltar, y el sur Rifeño, por las cuencas de Sebú y sus afluentes, el Varga, el Inaven y el Muluya inferior.

En el capítulo titulado "Hundimiento del istmo entre Europa y África: La cuestión de la Atlántida" se informa más ampliamente sobre el continente perdido, explicando que, unidas todavía las cadenas montañosas Bética y Rifeña, al fin del Plioceno de la Era Terciaria según los geólogos , violentas conmociones sísmicas provocaron el hundimiento del istmo montañoso que las unía, separando los continentes y dejando abierta una nueva comunicación entre los dos mares. "Supónese leemos en el libro por muchos geólogos que a consecuencia del mismo cataclismo desapareció también una gran isla o continente conocido con el nombre de la Atlántida."

En el mismo capítulo se incluyen referencias más o menos veladas a la Atlántida, debidas a diversos autores antiguos, y se cita como "de cierto interés" al escritor griego Marulo, quien, hablando de las Siete Islas (Canarias), afirma que sus habitantes conservan el recuerdo de otra mayor, la Atlántida, cuyo dominio se había extendido mucho por las tierras del océano Atlántico. Y citan también a Theopompo, contemporáneo de Platón, quien refiere que diez millones de hombres, habitantes de un inmenso continente situado más allá del Atlántico, vinieron a Europa y se extendieron por las comarcas que ocupan las razas célticas. Por último, se informa también en el mismo capítulo de "Acción de España en África" que, al parecer, ciertas leyendas haitianas y mexicanas recuerdan un cataclismo similar al hundimiento de la Atlántida. Entre el Viejo y el Nuevo Mundo

Se menciona también en el informe redactado por el Estado Mayor del Ejército español que algunos datos de los incluidos en él no concuerdan con los que proporcionó Platón.
Y, centrando la atención de manera concreta en el Nuevo Mundo, se recoge el hecho de que doce caribes refirieron a los españoles, en los tiempos de la Ocupación, que todas las Antillas habían formado en épocas remotas otro conti¬nente, pero que fueron súbitamente separadas por la acción de las aguas. El recuerdo de este cata¬clismo perduró entre los aborígenes de América Central y el Norte hasta Canadá.

Siguiendo con las relaciones establecidas entre las tierras a ambos lados del Atlántico, el informe relata cómo, en 1898, durante la explora¬ción de la meseta de las Azores, intentando reco¬ger un cable roto con unas grapas, éstas se engan¬chaban en rocas de puntas muy duras y se rompían o torcían. Entre las grapas se hallaban pequeñas esquirlas minerales que presentaban el aspecto de haberse roto recientemente. Todas, según Termier, pertenecían al mismo tipo de roca, una lava vidriosa llamada "traquitas" de composi¬ción similar a los basaltos, pero cuyo estado vidrioso sólo puede producirse al aire libre. El mismo Termier deduce que, a unos 900 kilómetros de las Azores, la tierra que constituye el fondo del Atlántico fue convertida en lava cuando se encon¬traba todavía sumergida, derrumbándose hasta los 3.000 metros, donde hoy se encuentra.
Las rudas asperezas y aristas vivas de las rocas demuestran que el hundimiento fue muy rápido, pues, en caso contrario, la erosión atmosférica y la abrasión marina habrían nivelado las desigualda¬des de la superficie.

No es posible, por su extensión, insistir en los interesantísimos datos geológicos que recoge el valioso informe; pero resulta obligado reproducir textualmente la opinión del ilustre profesor Hernández Pacheco: "La presencia de conglomerados y depósitos cuaternarios que en las costas de Cádiz estudió Macpherson, y otros descubrimientos posteriores, hacen pensar en la posibilidad de que en épocas recientes, ya humanas, puedan haberse realizado intensos fenómenos tectónicos en el litoral, con sumersión de antiguas tierras emergidas. La vieja leyenda de la Atlántida se vuelve a presentar ante el espíritu con todo el obsesionante y misterioso enigma que la rodea."