El suceso lo protagonizó un Supercaravelle de la compañía TAE (ya desaparecida). Este vuelo, el JK-297 con 109 pasajeros, procedía de Salzburgo (Austria) y había hecho escala en Mallorca antes de seguir rumbo a Tenerife.
A medio camino y sobre las 11 de la noche, el piloto Francisco Javier Lerdo de Tejada y su tripulación observaron una serie de luces rojas que se dirigían hacia la propia aeronave. El rumbo de colisión de este presunto artefacto provocó un gran nerviosismo en la tripulación. El comandante pidió información sobre las extrañas luces, pero ni el radar militar de Torrejón de Ardoz (Madrid), ni el centro de control de Barcelona pudieron dar una explicación del fenómeno.
Para evitar una posible colisión, el comandante elevó su aparato, pero las luces hicieron lo mismo y se colocaron a apenas medio kilómetro del avión. La imposiblidad de hacer una maniobra para esquivarlas provocó que el comandante se viese forzado a desviar su rumbo y aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Manises. Era la primera vez en la historia que un avión comercial se veía obligado a aterrizar de emergencia debido a un avistamiento ovni, ya que el no identificado estaba violando todas las normas básicas de seguridad.
Las luces detuvieron la persecución antes del aterrizaje. Tres formas no identificadas fueron detectadas finalmente por el radar. El tamaño de aquella forma luminosa fue calculado en unos 200 m de diámetro, y fue observado por numerosos testigos. Una de las extrañas formas pasó muy cerca de la pista de aterrizaje. Incluso se llegaron a encender las luces de emergencia en previsión de que aquél fuera un vuelo no registrado en apuros.
Ya el día siguiente, sobre las 0.40 horas, un Mirage F-1 despegó de la cercana base aérea de Los Llanos (Albacete) con el objetivo de identificar el fenómeno. El piloto, Fernando Cámara, capitán del Ejército del Aire, tuvo que aumentar su velocidad hasta 1,4 mach para finalmente distinguir una forma troncocónica que cambiaba de color, aunque enseguida el artefacto desapareció de su vista. El piloto recibió información sobre un nuevo eco del radar, que indicaba que un nuevo objeto, o quizás el mismo, estaba sobre Sagunto. Cuando el piloto se acercó lo suficiente, el objeto aceleró y desapareció de nuevo. Pero esta vez, el caza fue blocado (detectado por un radar ajeno concretamente de onda continua como los que usan los misiles). En términos de defensa esto se considera una operación agresiva. Finalmente, ocurrió lo mismo por tercera vez, y esta vez el ovni desapareció definitivamente rumbo a África. Tras hora y media de persecución, y debido a la falta de combustible, el piloto tuvo que volver a su base sin resultados.
A lo largo del último medio siglo ha habido múltiples testimonios similares de otros pilotos que han vivido situaciones similares, y se les supone suficientemente preparados para afrontar estos hechos. Sin embargo, en esta ocasión el peligro parece que fue demasiado evidente.
Esto, sumado al hecho de que los medios de comunicación estuvieran saturados en aquella época de noticias ovni, pudo influir tanto en la tripulación del aparato como en la opinión pública. Por eso hay que comprender que se relizara una operación tan extrema como el aterrizaje de emergencia.
Hay múltiples explicaciones de este suceso: desde los que creen que el fenómeno ovni consiste en la visita de habitantes de otros mundos hasta los que piensan que aquellas luces no eran más que astros nocturnos o fenómenos meteorológicos, aunque de estos últimos fenómenos no hay ninguno conocido que tenga la dinámica de las luces del caso Manises.
Los escépticos explican el bloqueo electrónico del Mirage F-1 basándose en que estaba estacionada en la zona la Sexta Flota de la Marina de los Estados Unidos con un potente sistema de guerra electrónica, pendiente de los sucesos de la crisis de los rehenes en Irán.
La explicación oficial vendría gracias al expediente del Ejército del Aire, que sería desclasificado años después, en agosto de 1994. El asunto llegó incluso al Congreso de los Diputados, cuando en septiembre de 1980 el diputado Enrique Múgica pidió una explicación de lo ocurrido.
Una de las explicaciones más recientes de los hechos, auspiciada por la Fundación Anomalía, afirma que las luces vistas por la tripulación del Supercaravelle JK-297 eran en realidad las llamaradas de las torres de combustión de la refinería de Escombreras, junto a Cartagena. No obstante, a las tripulaciones aéreas se las supone suficientemente preparadas para reconocer cuando una luz tiene un origen fijo en el suelo o tiene un movimiento a velocidad similar a un avión, imposible en el caso de una llamarada de una refinería.
El suceso no está cerrado y sigue siendo fruto de debates y todo tipo de explicaciones.
La Fundación Anomalía resuelve el caso Manises
En el veinte aniversario del avistamiento ovni más famoso de los ocurridos en España, la Fundación Anomalía (www.anomalia.org) ha facilitado a EFE un amplio informe del ingeniero técnico valenciano Juan Antonio Fernández Peris, que da el carpetazo definitivo al emblemático incidente aéreo acaecido el 11/11/79 sobre el Mediterráneo. En efecto, después de una dilatada investigación de cerca de dos décadas, el "caso Manises" ha quedado explicado.

 El  11 de noviembre de 1979 un avión de la ya desaparecida Compañía TAE con  109 pasajeros a bordo realizó un aterrizaje de emergencia en el  aeropuerto de Manises (Valencia), debido a la posibilidad de colisión  con unas extrañas luces rojas que se divisaban desde la cabina. Según el  relato de los pilotos, las dos luces, que comenzaron a observar a las  23,05 horas, fueron acercándose progresivamente a la aeronave,  provocando un enorme nerviosismo en la tripulación. Al no confirmarse   por parte del Centro de Control de Tránsito Aéreo de Barcelona la  existencia de otro vuelo en las cercanías, el piloto  Francisco-Javier  Lerdo de Tejada decidió abortar el vuelo y realizar un aterrizaje de  emergencia en Manises, a donde llega  a las 23,45 horas, a pesar de que  el radar militar no confirmase ninguna presencia física anormal en  derredor suyo.
El  11 de noviembre de 1979 un avión de la ya desaparecida Compañía TAE con  109 pasajeros a bordo realizó un aterrizaje de emergencia en el  aeropuerto de Manises (Valencia), debido a la posibilidad de colisión  con unas extrañas luces rojas que se divisaban desde la cabina. Según el  relato de los pilotos, las dos luces, que comenzaron a observar a las  23,05 horas, fueron acercándose progresivamente a la aeronave,  provocando un enorme nerviosismo en la tripulación. Al no confirmarse   por parte del Centro de Control de Tránsito Aéreo de Barcelona la  existencia de otro vuelo en las cercanías, el piloto  Francisco-Javier  Lerdo de Tejada decidió abortar el vuelo y realizar un aterrizaje de  emergencia en Manises, a donde llega  a las 23,45 horas, a pesar de que  el radar militar no confirmase ninguna presencia física anormal en  derredor suyo.   A  las 00,40 horas del día siguiente, y debido a los testimonios  procedentes de la anexa base aérea de Manises, desde donde también  decían ver luces, un Mirage F-1 despegó de la base de Los Llanos  (Albacete) con objeto de identificarlas, sin lograrlo.  Durante su  búsqueda, el caza sufrió diversas interferencias en sus comunicaciones  radio y sistemas de defensa.
A  las 00,40 horas del día siguiente, y debido a los testimonios  procedentes de la anexa base aérea de Manises, desde donde también  decían ver luces, un Mirage F-1 despegó de la base de Los Llanos  (Albacete) con objeto de identificarlas, sin lograrlo.  Durante su  búsqueda, el caza sufrió diversas interferencias en sus comunicaciones  radio y sistemas de defensa. Fernández Peris -galardonado con el Premio Ricardo Caruncho  por este trabajo- pudo averiguar que las luces observadas por la  tripulación eran, en realidad, las llamaradas de las torres de  combustión de la refinería de Escombreras (Cartagena). La dirección en  que fueron vistas las luces coincide perfectamente, así como la  separación angular aparente de las luces y la de las llamaradas del  complejo petroquímico. La magnitud de éstas y sus características  ayudaron a la confusión, pero fue la existencia de una fuerte inversión  de temperatura, durante una noche de visibilidad extraordinaria, lo que  contribuyó decisivamente a distorsionar la observación de dichas  llamaradas.
Fernández Peris -galardonado con el Premio Ricardo Caruncho  por este trabajo- pudo averiguar que las luces observadas por la  tripulación eran, en realidad, las llamaradas de las torres de  combustión de la refinería de Escombreras (Cartagena). La dirección en  que fueron vistas las luces coincide perfectamente, así como la  separación angular aparente de las luces y la de las llamaradas del  complejo petroquímico. La magnitud de éstas y sus características  ayudaron a la confusión, pero fue la existencia de una fuerte inversión  de temperatura, durante una noche de visibilidad extraordinaria, lo que  contribuyó decisivamente a distorsionar la observación de dichas  llamaradas. El  estado anímico del piloto le provocó un ataque de ansiedad y pánico  ante las lejanas luces que parecían anómalas y, ante la falta de apoyo  del Centro de Control correspondiente, tomó una decisión obviamente  desproporcionada. Hay que recordar que, en aquellas fechas, los medios  de comunicación españoles estaban saturados de noticias sobre ovnis y el  ambiente era totalmente propicio a la creencia en que éramos visitados  por naves extraterrestres.
El  estado anímico del piloto le provocó un ataque de ansiedad y pánico  ante las lejanas luces que parecían anómalas y, ante la falta de apoyo  del Centro de Control correspondiente, tomó una decisión obviamente  desproporcionada. Hay que recordar que, en aquellas fechas, los medios  de comunicación españoles estaban saturados de noticias sobre ovnis y el  ambiente era totalmente propicio a la creencia en que éramos visitados  por naves extraterrestres.  La  tensa situación creada en el aeropuerto llevó al personal de tierra a  prestar atención a cualquier luz que apareciese en la bóveda celeste,  que fueron posteriormente identificadas como estrellas y planetas. En  cuanto al Mirage pilotado por el capitán Fernando Cámara,  que volvió a  su base de partida a las 02,07 horas, estuvo desorientado persiguiendo  distintos estímulos luminosos indefinidos sin relación con la visión del  avión de la TAE. El hecho más sorprendente, la aparición de  interferencias sufridas por el caza cuando sobrevolaba Valencia, fue  debido a las fuertes contramedidas de guerra electrónica procedentes del  portahelicópteros Iwo-Jima de la Sexta Flota norteamericana que se  hallaba situado cerca de las islas Columbretes y en estado de máxima  alerta por la "crisis de los rehenes" en Irán.
La  tensa situación creada en el aeropuerto llevó al personal de tierra a  prestar atención a cualquier luz que apareciese en la bóveda celeste,  que fueron posteriormente identificadas como estrellas y planetas. En  cuanto al Mirage pilotado por el capitán Fernando Cámara,  que volvió a  su base de partida a las 02,07 horas, estuvo desorientado persiguiendo  distintos estímulos luminosos indefinidos sin relación con la visión del  avión de la TAE. El hecho más sorprendente, la aparición de  interferencias sufridas por el caza cuando sobrevolaba Valencia, fue  debido a las fuertes contramedidas de guerra electrónica procedentes del  portahelicópteros Iwo-Jima de la Sexta Flota norteamericana que se  hallaba situado cerca de las islas Columbretes y en estado de máxima  alerta por la "crisis de los rehenes" en Irán.  Fue  una inusual combinación de circunstancias fortuitas lo que llevó a que  se magnificaran hechos que, en condiciones normales, serían triviales.
Fue  una inusual combinación de circunstancias fortuitas lo que llevó a que  se magnificaran hechos que, en condiciones normales, serían triviales.  
 
 
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